30 ene 2008

R.W. Iley: memorias de un enlace, 1916-1918 (1)

En noviembre de 1915, fui uno de los seleccionados por el coronel Lord F. para formar parte de los Yeoman Riflesen Hemsley Park. En enero de 1916 el batallón fue enviado a Aldershot para llevar a cabo nuestro entrenamiento. Allí se pidieron corredores de enlace o enlaces y acepté de forma voluntaria.
Después de una marcha terrible, en las que algunos compañeros morirían, y de la visita de su Majestad el Rey nos fueron distribuidos y entregados nuestros discos de identidad y aprovisionamientos. Nos embarcamos hacia Francia el 4 de mayo de 1916. En el continente, en la zona de Meteren recibimos un último entrenamiento antes de partir hacia el frente en Ploegsteert. Allí tuvimos nuestro bautismo de fuego el primer día que llegamos a las trincheras; un pelotón de la compañía A fue prácticamente aniquilado durante la inspección del armamento. Yo mismo ayudé a llevar a algunos de nuestros primeros muertos al hospital de campaña.
Nos adaptamos pronto a la cotidianeidad de la vida en las trincheras, como si fuese la mejor de las existencias e intentábamos pasarlo lo mejor posible. Una noche, una de nuestras baterías de 18 libras rompió la calma tensa con un martilleo regular. Cansados y con enormes ganas de dormir maldecimos a nuestros propios artilleros. El enemigo respondió sobre el cuartel general de nuestro batallón. Debido a la certera puntería de la artillería alemana se ordenó retirada, pero cuatro de nosotros quedamos bloqueados, ya que un obús había taponado nuestro abrigo. El resto de abrigos también habían sido destruidos. Estuvimos durante un largo tiempo cubiertos de escombros y humo. Hasta la mañana siguiente no fuimos rescatados, estábamos ilesos ya que el proyectil estaba defectuoso y fue a incrustarse en medio de una de las bigas que soportaban nuestro abrigo. Esa noche tres jugamos a cartas, mientras el cuarto rezaba.
Un día yendo en bicicletas a través de unas pasarelas, dos de nosotros oimos el silbido de un obus acercarse. Mi compañero, de un salto, se lanzó dentro de una trinchera. Por mi parte, pedaleé estúpidamente mucho más rápido para alejarme, pero la onda expansiva me lanzó contra un árbol; milagrosamente me levanté sin un rasguño. Mi compañero no tuvo tanta suerte, la trinchera se inundó totalmente.
En agosto de 1916 fuimos destinados a la zona del Somme. Los enlaces a los que íbamos a relevar nos preguntaron si ya habíamos estado en el Somme, a lo que nosotros respondimos que hasta ahora habíamos estado en Ploegsteert. Sorprendidos nos dijeron: "Y eso es ser soldados? Mueren más aquí en un solo día que allí en todo un año". A pesar de que tuvimos algunas bajas en Ploegsteert, nos dimos cuenta que el tiempo que pasamos allí fue un periodo de aprendizaje para acontecimientos futuros. En Ploegsteert, a pesar de los contínuos obuses y del traqueteo de las ametralladoras, a la hora del atardecer oíamos el sonido de los pájaros; en el Somme todo era oscuro y por doquier había ese nausebunda podredumbre.
En la mañana del 5 de septiembre de 1916, nuestra división, acompañada de los tanques - que serían usados por primera vez-, atacamos en el Somme. Yo permanecí en la retaguardia, en el Cuartel general. Poco después que comenzase el ataque acompañé al general de brigada hasta nuestro batallón, a través del Bois de Delville. El batallón sostenía firmemente el empuje alemán, a pesar de las cuantiosas bajas, sin posibilidad además de relevo.
El general de brigada, después de reunirse con el coronel, me dio un despacho para el Cuartel general, con la orden de ir lo más rápido posible, sin parar por nada ni por nadie y de volver lo más pronto posible, aunque oyese o me ordenasen lo contrario.
Estas órdenes me excitaron de gran manera. Volví a entrar en el Bois Delville y de repente oí un terrible lamento de un tommy herido: "Por el amor de Dios, ayúdame". Me desvié y lo levanté, en ese momento di con un soldado alemán herido que había, presuntamente, disparado al tommy y a otros compañeros. El tommy herido me pidió que cazase al Fritz, pero recordando las órdenes, eché otra vez a correr. De vuelta del Cuartel general, encontré muerto al Fritz.
Cerca de la trinchera donde dejé al general me dijeron que era imposible avanzar más, los alemanes habían recapturado las trincheras. Atento a las últimas advertencias del general sobre hacer caso omiso a cualquier contraorden, seguí corriendo y salté a la trinchera en medio de un grupo de soldados alemanes


Continua en: R.W. Iley: memorias de un enlace, 1916-1918 (2)

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